Un viaje al extremo sur: pinot noir de Nueva Zelanza

Abrir una botella de vino de un lugar lejano nos permite viajar sin movernos de casa. Sin embargo, para qué engañarnos, nada suple la experiencia de hacer las maletas y viajar a cualquier rincón del planeta. Más aún si el viaje es a uno de los países con los paisajes más bellos del mundo -por esta razón Peter Jackson lo ha convertido en el escenario ideal para el rodaje de sus películas-, y mejor todavía si visitamos una bodega y participamos en una cata.

Desde España, viajar a Nueva Zelanda -en los antípodas- ya es de por sí una experiencia. Las 24 horas que tiene un día se quedan cortas. Aunque más breve y escaso resulta el tiempo una vez allí. En medio mes recorrimos en coche las dos islas principales que conforman el país, con una extensión similar a la de España y Francia juntos. Su vino se ha ganado la buena fama, y es producido a lo largo de todo su territorio, en las dos islas.

Hicimos una parada en uno de los principales territorios productores de vino -aunque no en el más conocido, que es Marlborough-. Central Otago es la región vinícola situada más al sur del planeta. No hay vino en el mundo que proceda de una tierra situada más al sur. Su clima semi-continental es arisco, con inviernos duros y veranos cortos. Nosotros fuimos en invierno, a comienzos de julio. El frío era penetrante, aunque a la vez el Sol lucía con un brillo espectacular. Las heladas son muy habituales, así que los viticultores y bodegueros no tienen un trabajo fácil.

En la carretera que une Queenstown con Wanaka, en la isla sur, hicimos una parada en la bodega Gibbston Valley. Llegar hasta allí supone realizar un viaje por una sinuosa carretera de montaña, flanqueada por la nieve caída durante los días previos. El viaje se convierte en una aventura gracias a la gravilla siempre presente y a las heladas de las primeras horas de la mañana. Hay que tener especial cuidado si no se está acostumbrado a conducir por el carril izquierdo, en el lado derecho del coche. El camino puede ser realmente entretenido. En las fotos se aprecian los paisajes helados que nos encontramos.

Si vas con tiempo, y quieres recargar tus reservas de adrenalina, cerca de la bodega se encuentra el puente desde el que por primera vez se realizó puenting -al menos así lo venden-. Y si esta experiencia no es suficiente para ti, la oferta de actividades extraordinarias por tierra, aire y agua -hay inmensos lagos alimentados por el deshielo- es amplia. No en vano esta región es el paraíso neozelandés de los deportes de riesgo, especialmente la localidad de Queenstown. También es recomendable parar en el pintoresco Arrowtown, un pequeño pueblo cuya estética recuerda al oeste americano.

Una vez en la bodega, tuvimos la oportunidad de hacer una visita y catar algunos de sus vinos -un tinto, un rosado y un blanco-. Esta es la actividad con menor riesgo que podrás practicar allí y con la que entrar en calor. Recuerdo especialmente el tinto, un monovarietal de pinot noir. Esta variedad de uva crece bien en climas fríos, así que en Central Otago ha encontrado su paraíso, donde es la más común.

Tras un breve recorrido por sus leñosos viñedos, nos mostraron los tanques de acero en el que sus vinos realizan la fermentación. No se encuentran a resguardo, sino en el exterior. Al parecer este método de elaboración contribuye a destacar las peculiaridades y cualidades de su vino. Sorprende cómo consiguen controlar así la temperatura durante la fermentación alcohólica. A continuación pasamos a la “sala” de barricas, donde se produce la crianza. En realidad no se trata de una sala, sino de una cueva natural excavada en la rocosa montaña que protege las viñas. En un lugar como este es importantísimo acertar con la localización de los viñedos.

El pinot noir que catamos destacaba por ser realmente fácil de beber, a pesar de estar recién extraído de la barrica. Aún le faltaba dormir en la botella. A la vista era brillante y de capa baja, en la nariz sobresalían los frutos rojos, y en la boca se hacía evidente su escaso cuerpo. Para mi gusto, aunque su sabor era muy agradable -estaba realmente rico-, resultó ser demasiado ligero para un banquete contundente. Así que en la comida lo bebí con una sencillo plato de pasta. La bodega cuenta con restaurante propio y con una quesería. Qué mejor combinación para los amantes del maridaje del vino con queso.

Y hasta aquí nuestro recorrido por la región vinícola situada más al sur del planeta. La belleza de sus paisajes merece una visita, y sus vinos van ganando fama mundial. Central Otago es ya uno de los principales productores mundiales de tinto elaborado con pinot noir. Y si por el momento la escapada no es posible, prueba uno de sus vinos. Descorchar una botella también es viajar.

@winetemptation

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